Parece un día cualquiera en el bar de Modesto Fernández. Los clientes departen sobre el calor mientras el dueño del local hace las cuentas, como si nada hubiese ocurrido el miércoles pasado. Como si cuatro encapuchados no hubieran atacado con un cóctel mólotov el coche de este militante "de toda la vida" del PP, que ejerce de representante de la formación en el consejo de distrito de Santutxu, un barrio de Bilbao en el que la izquierda abertzale mantiene una arraigada presencia. Como si no tuviese que llevar escolta desde el año 2000, cuando su nombre apareció en alguna lista de objetivos de ETA.
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