A las doce de la noche, cinco minutos después de que estallara la potente bomba colocada por un etarra en la sede de los socialistas en Durango (Vizcaya), aún olía a gas en toda la zona. No había heridos, pero la deflagración había dañado seriamente la Casa del Pueblo en el citado municipio vizcaíno. "La explosión ha sido enorme, muy fuerte", relataban algunos de los casi 40 vecinos desalojados que no ocultaban su enfado.
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